Doris Arlen

El presente blog contiene mis escritos sobre El Güegüence, comedia bailette de la época colonial, declarado por la UNESCO como Patrimonio oral e intangible de la Humanidad; ensayos sobre obras de la literatura nicaragüense y algunos criterios personales.

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Monday, May 21, 2007

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Tuesday, March 13, 2007

Análisis lexicográfico de la obra De Tierra y Agua

Por: Doris Arlen Espinoza


I. Introducción


El presente trabajo, nace modesto y sin pretensiones, surge de la necesidad de conjugar la teoría con la práctica lexicográfica. Esta circunstancia me animó a poner en práctica la idea siguiente: elegir un libro de un autor nicaragüense y compilar un listado de palabras lexicográficas, representativas del español de Nicaragua, regionalismos, a las que traté de dotar de definiciones, con sus respectivas marcas gramaticales, y el contexto en donde están ubicadas, para explicarlas de la mano de la lexicografía práctica. La intención no es otra que la de ofrecer este modesto trabajo a quienes puedan necesitarlo, con el objeto de contribuir al enriquecimiento de nuestra lexicografía.

Se hablaba anteriormente de la escasez de trabajos teóricos en la lengua española sobre cuestiones lexicográficas, posteriormente la situación de la lexicografía teórica ha mejorado notablemente, pero no puede afirmarse lo mismo en relación con la lexicografía práctica, que brilla por su ausencia en el terreno bibliográfico de nuestra lengua, exceptuando el trabajo que a ella dedica Günther Haensch en la obra colectiva, dirigida por él, La lexicografía. De la lingüística a la lexicografía práctica, publicada en 1982.

Dadas las peculiaridades que marcan los contornos y en buena parte los contenidos de nuestra lexicografía, es natural que a la hora del análisis para exponer sus virtudes o defectos, tome como modelo al Diccionario de la lengua española, publicado por la Real Academia Española, obra normativa que resulta de obligada consulta y de referencia inexcusable en cualquier trabajo de esta índole, con más razón en este que presento.

Finalmente, haber elegido a don Fernando Silva como máximo representante del habla nicaragüense escrita, es porque como dijo José Coronel Urtecho: “Silva escribe como ninguno la lengua nicaragüense porque, como lo hace el pueblo, la inventa él mismo. Todos los cuentos de Silva —agrega— parecen contados, mejor dicho, cantados por pájaros. (…) Silva, con eso mismo hace obra de arte, no solamente porque es auténtico, sino porque también sabe hasta dónde llegar y casi nunca se sobrepasa.


A. Antecedentes


El español es un idioma muy rico que surge a través de la combinación de varias lenguas, denominadas lenguas romances, haciendo que crezca y enriquezca gracias al léxico que los primitivos pueblos utilizaban. Mas con el desarrollo se van dando diferentes conexiones que modernizan lentamente el castellano, surgiendo así los fenómenos léxicos, los cuales son considerados como el cambio y evolución de un conjunto de palabras de un idioma, las mismas que pertenecen a un campo semántico dado; esto gracias a las diferentes influencias tecnológicas y culturales que se manifiestan en la lingüística de nuestro idioma.

Nicaragua —según don Carlos Mántica— es un pueblo sin libros. Un pueblo sin historiadores y en este sentido, un pueblo sin historia. Nuestra historia es hablada y el habla es nuestra historia. Los códices indígenas fueron esencialmente dibujos mnemotécnicos, ideografías para suscitar recuerdos, pero no escritura. Decía don Pablo Antonio Cuadra en una ocasión, que si fuesen destruidos todos los volúmenes que guardan nuestra historia, ésta podría aún ser reconstruida con las páginas de un diccionario de nicaraguanismos.

A continuación, se presentan algunos estudios lexicógrafos que han enriquecido nuestra lengua, tales como:

(1972) Valle, Alfonso. Diccionario del habla nicaragüense. Este autor presenta una recopilación de ocho mil vocablos de indigenismos, modismos y provincialismos. Se destaca la importancia lexicográfica de ese Diccionario porque se considera un texto pionero.

(1989) Mántica, Carlos. El habla nicaragüense y otros ensayos. Según Pablo Antonio Cuadra, este libro acumula una trayectoria desde los tiempos en que el lenguaje nicaragüense fue conquistado por los colonizadores. Resalta el estudio del Náhuatl oculto.

(1994) Rabella, Joaquín. Pallais, Chantal. Vocabulario Popular Nicaragüense. Estos autores presentan los vocablos y locuciones más populares, es decir tratan de términos con significado o matices “guardados” que son muy poco utilizados.

(1998) Peña Hernández, Enrique. Columna lexicográfica. Éste expone una breve colección de artículos que aparecen en el suplemento de La Prensa Literaria del diario La Prensa. Hay que destacar que este tipo de trabajo tiene una gran importancia para el estudio lexicográfico nicaragüense y es consultado por muchos lectores.

(1998) Peña Hernández, Enrique. Refranero Zoológico popular. Este pequeño ejemplar trata de los refranes y decires nicaragüenses, los cuales en esos refranes asemeja a los personajes con los animales del bosque, según nos comenta el autor.

(1999) Silva, Fernando. La lengua de Nicaragua. Es un texto que presenta una recopilación de palabras que en el Español de Nicaragua se usan y son de origen Náhuatl. El autor organiza un representativo corpus del Náhuatl, éste va ordenado alfabéticamente.

(2001). Diccionario de uso del español nicaragüense. Academia nicaragüense de la lengua. Recopila aproximadamente 2,000 palabras nicaragüenses.


B. Justificación

Mucho se ha escrito sobre análisis de textos. Pero no hay mucha bibliografía sobre el análisis lexicográfico. Sería muy positivo que se elaborara una obra sobre el tema. El léxico es un continuo campo de aprendizaje. Se aprenden palabras nuevas durante toda la vida. En la enseñanza primaria y secundaria se opta por enseñar materias más fáciles de programar, como la gramática.

La enseñanza del léxico es fundamental para dominar la lengua. Esto no significa sólo aprender palabras nuevas, sino también emplear las aprendidas antes con corrección. La mejor forma de aprender vocabulario es haciendo este tipo de análisis de texto y aprendiendo a manejar los diccionarios.

En el diccionario, por ejemplo, aparece sólo el presente y como mucho el pasado de un término. No prevé la creación de palabras nuevas o de regionalismos, como los nicaraguanismos, que difícilmente serán encontrados en un diccionario de la lengua española.

En este estudio, pretendo llegar a un análisis lexicográfico de la obra De Tierra y Agua del escritor Fernando Silva. He procurado seleccionar algunas palabras de uso frecuente por los nicaragüenses, ya que éstas forman parte de nuestra cotidianidad y enriquecen nuestro léxico.

Precisamente, por la carencia o poca información lexicográfica nacional, he intentado acercarme a lo que podría ser un análisis lexicográfico de una obra representativa del Español de Nicaragua, sin pretender convertirla en una obra como tal.


II. Desarrollo

1. El Español de Nicaragua


a) Antecedentes
Es importante recalcar algunos datos del castellano nicaragüense. Retomar los artículos de Carlos Alemán Ocampo con el título: “Orígenes de la lengua castellana en nicaragua” (editor Jorge Eduardo Arellano), veamos las aclaraciones resumidas siguientes:

En España, hace cinco siglos, el año 1492 se produce uno de los acontecimientos más importantes para el posterior desarrollo de la unidad y la definición de la lengua española o castellana: Antonio de Nebrija publica su primera gramática que, aunque sigue un nivel metodológico el ordenamiento de la gramática latina, es de aportación fundamental a la formación de la lenguas romances.

Los primeros veinticinco años al s. XVI son fundamentos para la formación del Español de América. Porque la travesía de España hacia América provocaba el desarraigo de sus lugares y la toma de nuevas formas de expresión por el tipo irregular que sufría los emigrantes europeos.

El hombre que vino de Europa hacia América enfrentó una infinidad de acontecimientos nuevos, desconocidos y olvidó mucho lo que dejaba atrás. Hablaban en Español que tenía algunas variantes significativas con relación a la Península. Entre los colonos este Español se unificó y la primera evidencia es la presencia de giros fonéticos andaluces generalizados en toda América el más connotado es la “s” predorsal sustituyendo a las ápico-interdentales y la “s” ápico-alveolar, sonido asumido por los castellanos a pesar de su prestigio por ser de Castilla.

Otro sonido generalizado es el rehilamiento de la /r/, fonema que en algunos países es más fuerte, pero siempre presente en todos. En Centroamérica es más notorio que los costarricenses y sudamericanos, principalmente en los colombianos de Bogotá.

Las únicas muestras del Español en el período de La Colonia en Nicaragua son escritos sobre temas administrativos e históricos y nadie hizo anotaciones específicas sobre la lengua, los documentos disponibles son crónicas, cartas, informes de recaudación de impuestos, solicitudes de excepción de los mismos, rogativas a las autoridades pidiendo todo tipo de concesiones y abundante documentación legal y contable (sobre todo, juicios realizados en Nicaragua).

El fenómeno principal en Nicaragua es el seseo y la sustitución expresada como jota. Ejemplo: Nosotros jomos. Este sonido viene desde el siglo XVI de Andalucía, en vocablos menos discutidos y más evidentes se explica mejor, los andalucismos de jeder por heder, jipato por hipato en los casos juerte por fuerte, de juera por fuera o la palabra típicamente andaluza de juerga que viene de huelga.

Resulta evidente que el Español de Nicaragua logra una evolución diferente a la de otras regiones de América, por tal razón, resulta interesante el fenómeno lingüístico en el español nicaragüense.

Carlos Alemán Ocampo en su discurso de ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua, el 10 de marzo de 1998, nos dice en el siglo XVI se produce la Revolución Mundial, ésta se considera un hecho importante para la humanidad, pues fue el encuentro de dos mundos y provocó un nuevo sentido de la vida y a la cultura universal. También se considera como el encuentro con el Lejano Oriente, la entrada a África, la navegación, la circunvalación de la Tierra, la difusión de la pólvora y el libro impreso. El mundo fue otro.

Se hace necesario que para comprender el español nicaragüense y las causas que lo hacen posible, es importante entender el estado del castellano ante el contacto con el Nuevo Mundo. Así, se destaca la participación andaluza, la unidad del español en su recorrido hacia Nicaragua y la asimilación de las lenguas indígenas. Todo esto aporta al estudio de la lengua nacional.

Por otro lado, posiblemente desde mediados del siglo XVI, ya se hablaba un hispanonáhual y que algunos de estos rasgos se mantienen.

¿Cómo es el español que se trasladó a Nicaragua? Con respecto a esto, Alemán afirma que la actitud asimilativa de los conquistadores se ve complementada con el sentido de persistencia de las estructuras lingüísticas de los hablantes de la lengua Náhuatl en Nicaragua. Fue una especie de convivencia de la lengua que dio como resultado el español actual de Nicaragua.

b) Evolución y representantes

La lexicografía nicaragüense ha tenido un avance lento pero con paso firme, los siguientes investigadores forman parte de los fundadores de nuestra filología, ya que investigaron a fondo sobre la variante dialectológica del español que se hablaba y se habla en Nicaragua.

Juan Eligio de la Rocha (1825-1873): gramático e indigenista

Este intelectual llegó a valorar literariamente el folclore y rescatar la tradición oral. En efecto, Juan Eligio de la Rocha había recogido dos copias manuscritas de la pieza de teatro colonial El Güegüense, las cuales sirvieron en 1874 al alemán Carl Herman Berendt (1817-1878) para obtener otra que reprodujo el norteamericano Daniel Garrison Brinton (1837-1899) en su edición de la misma obra en 1883.
Pero de la Rocha tuvo otros méritos de mayor importancia: haber sido el primer investigador de nuestras lenguas indígenas y uno de nuestros primeros gramáticos. Viviendo en Masaya hacia 1842, hizo unos "Apuntamientos de la lengua mangue", de los cuales daba noticia en León el licenciado Gregorio Juárez (1800-1879) al referido Berendt. Éste redactó en Granada, el 24 de marzo del año citado, una brevísima nota biográfica sobre De la Rocha, de quien afirma que era "muy aficionado al estudio de las lenguas modernas" y "hablaba bien el francés e inglés y entendía el italiano"; añadiendo que, desde 1848, se desempeñaba como preceptor de Gramática Castellana y Francés en la Universidad de León. Allí editó los Elementos de Gramática Castellana dispuestos para uso de la juventud por don Lorenzo Alemán y en la edición de ciento noventa y nueve páginas —aumentada y mejorada por él— de León, Imprenta de la Paz, 1858.

En el fondo, Juan Eligio de la Rocha asimilaba la herencia lingüística de la Ilustración del siglo XVIII, a través de su principal representante poético: Juan Meléndez Valdés (1754-1817). No en vano un epígrafe de éste, tomada del prólogo a uno de sus cuatro volúmenes de poesías, encabeza los Elementos de Gramática Castellana que el nicaragüense se empeñó en difundir y enseñar: "La lengua castellana, copiosa, noble, clara y llena de dulzura y armonía, llegaría ser igual a la griega y latina si trabajásemos en ella y nos esmerásemos en cultivarla".

Mariano Barreto (1856-1927) y Alfonso Ayón (1858-1944): discípulos leoneses de Cuervo y Baralt

Fue en la penúltima década del siglo XIX, mientras se desarrollaba un ambiente cultural propicio, que se consolidó en León la afición al filologismo, introducido —como lo señaló Rubén Darío en 1909— por influjo colombiano. Tal fenómeno se daba en otras ciudades del país, pero tenía en la metrópoli sus representantes más tenaces. El principal de ellos, Mariano Barreto, aludía nada menos que a la obra fundacional de la dialectología hispanoamericana del colombiano Cuervo y el Diccionario de Galicismos, o sea de las voces, locuciones y frases de la lengua francesa que se han introducido en el habla castellana moderna.

El mismo Barreto disponía de casi un centenar de obras, comenzando con la duodécima edición del Diccionario de la Lengua Española (1884 y 1888), para seguir los pasos de ambos sudamericanos, secundado por Alfonso Ayón, prologuista de sus dos primeros libros que destinaba "a las personas incultas". Barreto y Ayón, en consecuencia, asumieron el papel de acérrimos y entendidos defensores de la lengua española en ese "humilde pedazo de la tierra americana" que era Nicaragua.

Como se ve, un profundo amor a la lengua española, de la cual se derivaba una convicción "antigalaparlista", motivó a los citados filólogos leoneses para mantener una campaña por la conservación castiza de la misma lengua. En concreto, su práctica consistía en identificar las incorrecciones frecuentes del habla y redacción populares. Tal práctica se hacía con el fin de preservar la "pureza" del idioma español y coleccionar vocablos, rastreando sus procedencias y ejemplificando su uso correcto con fragmentos de grandes escritores.

Esta labor, compartida por ilustres filólogos hispanoamericanos de la época, dio su primer gran fruto en la obra Vicios de nuestro lenguaje (1893) de Mariano Barreto, cuya importancia filológica es similar a la de otros estudiosos latinoamericanos.

En su estudio crítico de los Vicios de nuestro lenguaje, Alfonso Ayón establecía que a ellos les preocupaba la corrupción que invadía al castellano, originada en parte por la falta de sólidos estudios para la carrera de letras y la escasa enseñanza del mismo idioma. En el fondo, como su colega Barreto, se interesaba menos por la lengua misma que por sus incorrecciones y barbarismos. Por eso el último, en su segunda obra, amplió su campaña didáctica a la ortografía; de manera que Ayón anotaba en el prólogo correspondiente: "Habiendo elegido el señor Barreto el método de ejercicios y preguntas, como muy adecuado al fin práctico a que destina el libro, ha cuidado de no confundir la parte teórica con la propiamente preceptiva, dedicando a la primera un capítulo especial". Más aún: los Ejercicios ortográficos (1900) de Barreto contenían un "Catálogo de más de seiscientas voces que ordinariamente se escriben mal en Nicaragua".

Anselmo Fletes Bolaños (1878-1930) y su "Nacionalismo"

Otra campaña, distinta a la de Barreto /Ayón, o mejor, concentrada en general de las manifestaciones folclóricas de los nicaragüenses, fue emprendida a principios del siglo XX por el escritor granadino Anselmo Fletes Bolaños. Su postura ante el habla no es del todo purista, como en los casos de los filólogos Barreto y Ayón, sino que reconoce el americanismo, cuya norma de uso para él resulta tan respetable como la de Madrid. Por ello, en materia lexicográfica, Fletes Bolaños debe ser considerado nuestro primer "nacionalista", ya que su actitud respondía a una necesidad cultural: la autoafirmación nacional. No olvidemos que casi toda su labor la desarrolló durante las dos ocupaciones militares de Estados Unidos (1912-1925 y 1926-1932), falleciendo dos años antes que los elementos militares de la misma ocupación abandonasen el país.

Significativamente, Fletes Bolaños murió a consecuencia del maltrato de la policía estadounidense, tras una constante lucha diaria por conservar, recrear y difundir las más vivas expresiones de nuestro pueblo. Al respecto, su bibliografía fue extensa; pero mal impresa en folletos de circulación escasa. En cuanto a la lexicografía, no dejó un volumen apreciable, mucho menos sistemático. Apenas logró divulgar fragmentos de sus trabajos en publicaciones periódicas, como su revistilla Gil Blas, pertenecientes a obras que solía citar casi siempre que se le presentaba la oportunidad: Diccionario de nicaraguanismos, Conversaciones con el pueblo, Fraseología al natural, Vocabulario folklórico nica, Paremiología nicaragüense, etc.
Sin duda, él fue el primero en denominar Diccionario de nicaraguanismos lo que Barreto llamó Voces y locuciones usadas en Nicaragua.

Fletes Bolaños colaboraba en la revista salvadoreña Centroamérica intelectual con 30 entradas correspondientes a letras de la A a la Y de su Diccionario de nicaraguanismos, especialmente "refranes, modismos, expresiones, etc". Otra lista similar, consistente en 47 entradas, figura al final de su folleto Regionales con el título Explicación de los nicaraguanismos usados en esta obra. Pero sus trabajos más conocidos y extensos aparecieron en Chile, inspirados por estudiosos de ese país como el alemán Rodolfo Lenz (1863-1938).

Pese a sus deficiencias, Anselmo Fletes Bolaños es uno de los fundadores de la filología nicaragüense, ya que su obra representa la actitud lingüística "nacionalista" asumida por su generación.

Hildebrando A. Castellón (1876-1943): nuestro primer diccionarista

Pese a su nivel de aficionado, el médico y político Hildebrando A. Castellón llegó a elaborar —y a difundir en volumen— un Diccionario de nicaraguanismos (1939) sin precedentes, si excluimos el de Berendt (1874). Como hemos visto, Castellón no había sido el único en intentarlo —recordemos los esfuerzos de Fletes Bolaños, insertos en publicaciones periódicas, pero sí fue el primero en compilar, con cierto rigor, un léxico general de voces "autóctonas" o "nacionales".

El 15 de julio de 1928 comenzó Castellón a publicar en una revista de Managua, La noticia ilustrada, "una lista como de 80 palabras de origen indio y de uso frecuente en Nicaragua, cada una con su probable etimología"; pero Alfonso Valle le tildó de "inventor" y plagiario del Diccionario de Gagini. Castellón se defendió, señalando las distintas fuentes de su compilación —incluyendo a Gagini— y esperó diez años para que "el referido crítico hiciera al respecto una obra buena y útil, o por lo menos original y completa, pero nunca apareció". Para entonces, Castellón ya había concluido —en Guatemala, un año antes— su pequeño libro, como lo calificaba.

Cuarenta y ocho fuentes impresas ("de lingüística americana, de gramática, de historia, de botánica y de zoología, así como numerosos diccionarios") sustenta su modesto trabajo, aparte de un recurso científico: "la encuesta personal emprendida, en unión de varios jóvenes nicaragüenses (en México y Guatemala), entre los cuales fue uno, mi hijo Benito Castellón Gámez (...) que un hado fatal arrebató de mi lado". Además, como nadie de sus coterráneos anteriormente, consignó la categoría gramatical de la mayor parte de las palabras recogidas: según él, unas dos mil. De ellas -señala- 400 nunca habían sido definidas en ningún léxico. Especifica la etimología de unas 500 voces de origen indígena y menciona otras 600 de animales y plantas "que han sido identificadas con su respectivo nombre científico y algunas veces con sus propiedades más conocidas". Y continúa: "Como un agregado al vocabulario, el lector encontrará más de 400 refranes, locuciones y aforismos de uso corriente en Nicaragua, bien que muchos de ellos son de pura cepa castellana. He rehusado registrar algunos vocablos por creerlos muy locales o regionales, marcando el deseo de que la mayoría tenga fisonomía nacional".

En su mayoría vigentes, los vocablos registrados por Castellón, al igual que los refranes y locuciones complementarios, fueron objeto de análisis de Alfonso Valle en otra pequeña obra que luego citaremos, publicada poco antes de la muerte de Castellón. Valle comentó con afán cuestionador, 708 vocablos y 16 refranes de la obra de Castellón, de acuerdo con el siguiente plan. Primero seleccionó las voces de raíces indígenas, encontrando no más de 204, de las cuales menos de la mitad eran auténticas, 10 dudosas o deficientes y el resto falsas. Luego pasó a los vicios de dicción que, según él, debieron figurar en capítulo aparte, "y no catalogados a guisa de nicaragüanismos o vocablos propios del habla nacional". También localizó vocablos y locuciones existentes en el Diccionario de la Real Academia Española y que tenían "tanto de nicaragüenses como yo de fraile".

En resumen, Hildebrando A. Castellón no dejó un repertorio léxico de índole científica; pero sí un vocabulario apreciable guiado por la siguiente convicción y su alcance: "Del maridaje de las lenguas autóctonas con el español de los conquistadores y colonos, surgió el lenguaje que usamos y del cual hemos querido extraer este vocabulario como algo muy nicaragüense, peculiar a nuestra región, no sin dejar de incluir palabras o expresiones provenientes de otras regiones de América a las cuales hemos concedido derecho de ciudadanía". En consecuencia, a Valle no le asistía la razón cuando reclamó a su colega la presencia de vocablos hablados en Nicaragua y que se daban en otros países del continente.

Alfonso Valle (1870-1961) y su vasta labor lexicográfica

Pero el fundador propiamente dicho del estudio de nuestra habla fue don Alfonso Valle Candia. Más que sus coetáneos, incluyendo a Juan Manuel Siero que publicó el folleto Cómo evoluciona el castellano en América (1926), Valle comprendió que existían en los países que habían integrado la América española variantes autónomas, pero naturalmente no independientes del español peninsular. Desde esta perspectiva, se dio a la ingente labor —que duraría muchos años— de fundamentar la dimensión nacional de esas variantes. Tres fueron sus obras: Filología nicaragüense (1943), Interpretación de nombres geográficos indígenas de Nicaragua (1944) y el vasto Diccionario del habla nicaragüense (1948), sólo superado cuantitativamente por Cristina van der Gulden (1995).

Si la primera obra tuvo una motivación polémica —la impugnación de "Puntos y puntas" cogidos en el Diccionario de Nicaraguanismos (1939), del doctor Hildebrando A. Castellón— la segunda conformó el primer inventario etimológico de topónimos nacionales, o más bien, de origen precolombino. Valle ocupa un honroso lugar entre los estudiosos autóctonos del español de América, a la altura de sus colegas centroamericanos, como el hondureño Alberto Membreño (1859-1921) y mereciendo elogios de los mexicanos Darío Rubio, J. Ignacio Dávila Garibi y Jorge Luis Arriola.

Por la búsqueda y descubrimiento de "lo nicaragüense", Valle llegó a recuperar "no sólo raíces de nuestra habla, sino vetas soterradas de nuestra historia y tradiciones atadas a los nombres geográficos" como señala Pablo Antonio Cuadra. Éste agrega: "Valle también nos abría camino, a través de las palabras, para rescatar al indio". En efecto, aprovechando su profesión de Ingeniero Topógrafo, compiló vocabularios de las lenguas Sutiaba y Matagalpa para el doctor Walter Lehmann en Berlín. Allí, en 1920, se insertaron en la monumental obra del último Zentral América. El de la lengua Matagalpa, lo firmó Valle en Managua el 5 de junio de 1909; pero el sutiaba no llegó a insertarse en dicha obra.

Pablo Antonio es más específico cuando anota: "Legitimó las palabras naturales. Nos enseñó que hay un fecundo injerto en cada una de esas palabras hijas del náhuatl, del sutiaba, del matagalpa, del miskito, del chorotega en sus cópulas clandestinas con el castellano. Y en este arduo trabajo de descubrir raíces, fue un hombre riguroso, responsable, de estudio y de consulta. Nunca un improvisador. No se valió, como otros, de sus conocimientos para vendernos sus desconocimientos. He leído las cartas que le escribía Walter Lehmann —el gran filólogo alemán— y el respeto y aprecio que le merecía". Como se ha visto, conservamos fotocopiados, esa correspondencia y suscribo la misma opinión.

Más tampoco es necesario transformar en mito a Valle. Declarándose enemigo acérrimo de nuestro voseo —el más generalizado de Centroamérica— anotó: "Vos, tratamiento vulgar y grosero, que para desgracia nuestra es común en todas nuestras clases sociales. El tú y el usted han sido sustituidos por el villano VOS y este cáncer idiomático ha alcanzado a todos los verbos de la lengua castellana. La causa principal de esta corruptela, no es propiamente lingüística; es más bien un fenómeno social". Esta crítica acerba del voseo.

Como se ve, acertó en la especificación moderna del concepto. Y así, pacientemente, reunió unas 8,000 voces que respondían a dicho concepto en su Diccionario, 1,200 de las cuales eran indígenas puras o indígenas castellanizadas, "que en su totalidad —decía— tenemos en uso en el habla nicaragüense, desde la época colonial. Estas voces designan personas, parentescos, animales, árboles, aves, armas, utensilios, adornos, trajes, frutas, bebidas, alimentos; sin contar los nombres de lugar, que alcanzan a más de mil quinientos. Esta nomenclatura la he catalogado y publicado hace pocos años". Y agregaba Valle, no sin emitir el pro y el contra de esa enorme cantidad de voces:

"El resto del vocabulario lo componen las voces, dicciones y modismos que han hecho irrupción en el habla nicaragüense, enriqueciéndola en una pequeña parte y corrompiéndola en la mayoría de los casos, transformándola en una jerga innoble que, si Dios no lo remedía, va en camino de rebajarse a un dialecto bárbaro; tales las alteraciones y corrupciones que el vulgo aristocrático y el plebeyo le infieren con inaudito ensañamiento a la hermosa lengua castellana".

Además de este resabio purista, Valle prescindió de las palabras tabuizadas o prohibidas: "He recogido y presento únicamente lo nuestro tal como es, excluyendo hasta donde me fue posible las dicciones indecentes que quedan para que otros menos escrupulosos, la presenten en un léxico aparte". También en el prólogo de su mamotreto —como calificaba a su Diccionario— observó algunas tendencias de nuestra habla. Entre ellas, la conjugación voseada de los verbos (tenés, hablás, venís) y la aplicación de un doble sentido en las palabras, "generalmente mal intencionado o deshonesto"; la aglutinación de vocablos sin cuenta ni razón (parónde en vez de para dónde, ¿ayaguaí? En sustitución de ¿hay agua allí?) y —le alarmaba— una amplia predilección por convertir "el habla nacional en asquerosa y nauseabunda germanía".

En el mismo prólogo, Valle rindió homenaje a tres de sus antecesores: Barreto, Ayón y Siero: "verdaderos filólogos, hasta hoy (escribía en 1948) únicos que ha producido nuestra Patria y que consagraron sus privilegiadas capacidades y los mejores años de su vida al cultivo y a la enseñanza del habla castellana. Sus libros dan testimonio de la concienzuda y desinteresada labor que realizaron". Lo mismo puede aplicarse a él. Así, con esta lacónica pero significativa presentación, quedó retratado el Padre de la lexicografía nicaragüense: “Ex maestro de escuela”.

2. Lexicología y Lexicografía

El léxico es el sistema de unidades léxicas del idioma. Existen dos ciencias que se dedican al estudio del léxico: la lexicología y la lexicografía. La lexicología tiene como objetivo estudiar el origen, la forma y el significado de las palabras que conforman una lengua. La lexicografía se dedica al arte o técnica de armar un diccionario. El conjunto léxico del idioma no es rígido puesto que esta sometido siempre a cambios que tienen varias influencias. Con este estudio se puede ver que algunas palabras difieren de otras debido a su tiempo de vida.

a) Conceptos y diferenciación

Lexicografía


La lexicografía es una ciencia que obliga a cada estudioso del léxico a preparase en cada una de las ramas de las lingüística. Así, nótese la complejidad que conlleva la aplicación de la teoría a la práctica. Con relación a esto, Haensch afirma que: “...un buen lexicógrafo necesita saber mucha lexicología, pero su tarea es otra. La de elaborar diccionarios, por otro lado, no se puede concebir una lexicología que no tenga en cuenta datos lexicográficos”.

La lengua cambia, sufre transformaciones. Por eso, se afirma que: “El léxico de una lengua es inagotable...”.

Una noción esencial de la lexicografía es la unidad léxica, corresponde a una unidad conceptual”. Günther toma un ejemplo, de la unidad léxica que “En un abrir y cerrar de ojos” se compone de siete palabras, pero resalta que es una unidad léxica que quiere decir: “en un instante“, en cambio, palabras como: ojo, televisión, son unidades léxicas universales.

También es de relevancia conocer ¿qué es lematización? “La lematización es el sistema o principio según el cual una unidad léxica se convierte en lema de un artículo”. Este mismo autor ejemplifica que “poner entre la espada y la pared”, que es una frase, se puede lematizar teóricamente por poner, espada o pared. Indica que lo ideal en este caso es lematizar por el primer sustantivo.

Lexicología


Antonio Quilis nos presenta otra manera de definir esta ciencia y nos dice: “La lexicología se ocupa del estudio científico del léxico. Al aplicar los métodos estructuralistas, la lexicología estructural considera al léxico de una lengua como un sistema de sistemas en el que se dan estructuras análogas a las fonológicas o a las gramaticales”. Precisamente, en esta investigación se intentará realizar “el estudio científico del léxico de la obra De Tierra y Agua del escritor nicaragüense Fernando Silva”. Ahí se estará aplicando lexicología.

La palabra lexicología designa más específicamente la ciencia que estudia el léxico o el vocabulario. Designa también la reflexión teórica acerca de los problemas planteados por la elaboración de los diccionarios. Según Cerdà (1986), es la rama de la lingüística que estudia la estructura del vocabulario de la lengua, su composición, variedad, origen, cambios históricos y adaptación a las condiciones sociales de la comunidad respectiva. No cabe duda, pues, de que la lexicología, situada más o menos cerca de la semántica (incluso a veces confundidas una y otra), es de suma utilidad para el tratamiento del léxico desde un punto de vista lexicográfico. Lázaro Carreter (1968) es partidario de separar las funciones de la lexicología y la semántica: “Disciplina que estudia el léxico de una lengua en su aspecto sincrónico, a diferencia de la semántica, que opera dentro del plan diacrónico.



3. Fernando Silva: escritor del pueblo


Fernando Silva (Granada, Nicaragua, 1927), médico-pediatra, escritor, poeta, cuentista y novelista. Plural en su quehacer y singular en su persona —colmados ambos por el humanismo y la nicaraguanidad— es difícil separar en don Fernando Silva al médico del poeta o al lingüista del novelista. Sobresaliente su obra y encomiable su trayectoria profesional, don Fernando honra a las ciencias médicas y a las letras de Nicaragua.

En su libro de cuentos De Tierra y Agua, don Fernando Silva evoca “tonos y acentos indígenas de su idioma nicaragüense. La técnica es tan funcional, tan solamente para lo que tiene que hacer, que en cuanto lo hace, desaparece. No queda nada de ella. Con los materiales de lo que se llama literatura regional casi todos han fracasado por falta de mesura. Generalmente se han excedido. Silva, con eso mismo hace su obra de arte, no solamente porque es auténtico, sino porque también sabe hasta dónde llegar y casi nunca se sobrepasa. Hay cuentos de Silva que se leen en cinco minutos y no se olvidan nunca”.

Don Fernando Silva también ha ahondado en el estudio de la lingüística y la lexicografía nicaragüense, muestra de esto es la obra: La lengua de Nicaragua/Pequeño diccionario analítico (1996 y 1999), que cumple con el objetivo de hacer un estudio original, exacto y bien documentado de algunas voces de las lenguas nuestras primigenias, principalmente Náhuatl y Mangue o Chorotega. Es conveniente manifestar que esta pequeña obra no es una simple ordenación de la reproducción de inventarios lexicográficos de algunos vocablos de nuestras lenguas precolombinas, tomados fácilmente, a su vez, de otros listados similares. Esta es la obra de un lingüista autorizado que hace, con demostrada capacidad, una puntual revisión del retrato y el manejo del vocablo y su significado real.

Aquí predomina —en primer término— la naturaleza o forma original del vocablo analizado, cumpliéndose ese propósito con la coincidencia del conocimiento particular y natural del autor, que deviene de su ascendencia social, esencialmente popular.

Así también el estudio lexicográfico de las raíces etimológicas de los vocablos que se tratan en particular, además del respaldo referencial bibliográfico con que cuentan, predomina la realidad incontrastable y natural de lo que significa una lengua en la misma boca del pueblo.

Don Jorge Eduardo Arellano manifiesta sobre don Fernando Silva que: “ha desarrollado una permanente afición lexicográfica que se concreta con la elaboración de la obra La lengua de Nicaragua…, donde se preocupa por desentrañar etimológicamente —aplicando los mayores conocimientos— más de 250 indigenismos. En esa línea, continúa una rica tradición ejemplificada por los primeros estudiosos del español nicaragüense”.

En sus propias palabras, don Fernando Silva manifiesta que escribe como si estuviera hablando al mismo tiempo, aprovechando el aire que respira para señalar la ocurrencia de las cosas y las diferentes maneras de expresarlas. De tal manera, que al leer a don Fernando Silva da la impresión de que se escucha una conversación coloquial, propia de la lengua nicaragüense, con todos sus giros y gama de definiciones, llena de musicalidad, sabor y originalidad.

Síntesis bibliográfica
Poesía
Barro en la sangre (1952)
Agua arriba (1968)
Otros poemas: antología (1962, 1965,1977)
Poema concreto: El chocorrón, en grabación (febrero, 1973)
Cuido de la criatura (1978)
Sangre en el barro (1979, 1981, 1982)
Cartas desde la Revolución (1981)
Poesía: antología (1952, 1981)
Versos son (2001)
Uno dice cosas (2007)

Novela
El Comandante (ediciones: 1969, 1974, 1975, 1978, 1983)
El Vecindario (1977)
Foto de familia (2005)

Cuento
De Tierra y Agua (1965)
4 cuentos (1969)
Otros 4 cuentos (1969)
Más cuentos (1969)
Ahora son 5 cuentos (1975)
Puertos y cuentos (1987)
Cuentos: antología (1985)
El caballo y otros cuentos (1996)
Son cuentos (2004)

Lengua nicaragüense
La lengua de Nicaragua / Pequeño diccionario analítico (1996)
La lengua nuestra de cada día (2006)

Raíces
Historia natural del Güegüence (2002)



B. Corpus representativo

1. abra. (Del Fr. havre, puerto de mar.)
f. rur. Sendero o trocha en un lugar montañoso. …cruzándose la montaña por una vieja abra que dejaron unos huleros. (“El aruño”, p.37).

2. achicar. intr. Sacar agua de un lugar, secar un pozo o fuente de agua. A cada ratito cogía el guacal para achicar, porque el bote tenía carcomida la punta y le entraba el chorro cada vez que dábamos el envión. (“Los chingos”, p. 19).

3. alistar. tr. Preparar a algo. U. t. c. prnl. Y pensó que era doña Carmela que estaba prendiendo el fuego para alistarle el café. (“Sólo eso”, p.99).

4. apear. prnl. Bajarse de un lugar. Se vino a sentar a la orilla del muelle… Allí se estuvo esperando un rato para refrescarse y después se apeó y se vino a la orilla… (“El Viejo”, p.11).

5. asarear. tr. Avergonzar a alguien. U. t. c. prnl. —¡Poné ese huevo, muchacho idiota! —Jesús qué delicada —le dijo Manuel medio asareado. (“Los húngaros”, p.46).

6. ateperetado, da. adj. Dicho de una persona o animal que es alocado. El Clavito era ateperetado y nervioso. (“La Perra”, p.23).

7. babosada. f. desp. Cualquier cosa sin valor. —¡¡¡Ve qué babosada esta!!! —dijo el hombre enderezándose. (“Puerto triste”, p.106).

8. bajadero. m. Camino escabroso por donde se baja a lagunas o ríos. Chico buscó con modito en la conversación, convidar a Luis Ponay para ir esa misma tarde a coger unos cangrejos al bajadero. (“El lagarto”, p.34).

9. balde. m. Cubo: recipiente de metal, madera o plástico, de forma cilíndrica, más ancho en la parte superior que en la base, de uso múltiple. El muchacho se fue a seguir regando los palos y estaba escurriendo el balde cuando se voltió a ver atrás. (“El Sultán”, p. 83).

10. bandido, da. adj. coloq. Dicho de una persona: Que es bromista o hace travesuras. —¡Viejo chancho! … —¿Y qué fue, Margaritá? —le preguntó la Herminia Páiz que venía con una canasta. —Que este viejo bandido me tocó. … —…¡Ve qué sinvergüenzada! (“El Viejo”, p.9).

11. batea. f. Especie de bandeja, hecha de madera, de forma rectangular, circular u ovalada, de fondo plano, y de diversos tamaños. Doña Hilaria salió tranquila con una batea de ropa a golpear al río. (“Puerto triste”, p.114).

12. biombo. m. Mampara de madera, cartón o papel que sirve para realizar divisiones provisionales o permanentes en una casa. …todo lo habían arreglado bien, hasta pusieron un biombo pegado a la pared. (“Los húngaros”, p.49).

13. bochinchero, ra. adj. desp. Dicho de una persona: Que provoca bochinches. Chico se metió a la cantina… cuando se encontró con el compadre Julián, un viejo que tenía fama de bochinchero. (“El lagarto”, p.31).

14. boleta. f. Multa que un policía impone al violar la ley. Se los entregó al secretario que rompió unas boletas de la punta y se las entregó al hombre. (“Los húngaros”, p.56).

15. cacaste. (Del náh. Cacaxtli, esqueleto.)
m. Restos de persona, animal o cosa. Los Chingos son unos cacastes de piedra que quedan orillados frente a frente de la bocana del Santa Cruz… (“Los chingos”, p. 18).

16. cantina. f. Lugar donde se vende y toma licor, generalmente aguardiente. En la cantina de Los Goyos estaba el guardia todavía caído de la gran picada de la noche anterior. (“El hombre del sombrerote”, p. 95).

17. carajada. f. Molestia, acoso de otro. —¡Ah! ¡No! —gritó la vieja golpeando el mostrador— Déjese de carajadas que me está atrasando. (“Los húngaros”, p.46).

18. chachalte. (Del náh. xaxaltia: arenoso, áspero)
adj. rur. Dicho de algunas frutas: Que están muy ácidas o verdes. Hay que ver un buen lomo de lagunero como de tres dedos de grueso, bien asado, con unos bananos cocidos chachaltes y un poco de café negro caliente. (“La perra”, p. 25).

19. chancho, cha. adj. desp. coloq. Dicho de una persona: Inmoral y sinvergüenza. —¡Viejo chancho! … —¿Y qué fue, Margaritá? —le preguntó la Herminia Páiz que venía con una canasta. —Que este viejo bandido me tocó. … —…¡Ve qué sinvergüenzada! (“El Viejo”, p.9).

20. chapalear. (Del náh. chapani, mojarse.)
intr. Chapotear alguien en el agua. El guardia González venía chapaleando agua en media calle. (“Los chingos”, p. 19).

21. chayul. (Del náh, zayolin, mosca.)
m. Insecto diminuto y volador. Había adentro un cocinero, un jicarero, con unos tarros y un guacal en un banco tapado con un trapo sobre el que estaban pegados un montón de chayules. (“El Bote”, p. 15).


22. chibola. f. Botella de gaseosa. —Yo le agradezco de todas maneras —dijo uno de camisa blanca que estaba en la rueda— pero es que yo no bebo. —Pues aunque sea una chibola, mi amigo. (“Don Chilo”, p.62).

23. chiche. adj. Dicho de la persona: Que es fácil de convencer. Me ha visto chiche —dijo la muchacha— y ayer también, ¿no quiso agarrarme el brazo? (“El Viejo”. p.9).

24. chiflado, da. adv. Ir veloz o pasar velozmente. El perro se dio cuenta de eso… y no pudo más: salió chiflado encima del tigre. (“La Perra”, p.27).

25. chiflonada. f. Viento fuerte que pasa por un lugar estrecho. Los cogió la otra chiflonada muy bien y salieron disparados hasta los dientones. (“Los húngaros”, p.48).

26. chillar. intr. Dicho de un insecto: Zumbar. Un chayul sele vino a chillar al oído y el viejo se metió un manotón en la oreja. (“El Viejo”, p.9).

27. chocho, cha. (Del náh. chochol, tonto.)
adj. [Dicho de alguien] que es inocente o torpe. U. t. c. s. Ya se decían cosas feas de esa amistad y parecía que Chico se hacía el chocho. (“El lagarto”, p.32).

28. chunche. m. Cualquier objeto cuyo nombre no se recuerda o no se quiere nombrar. Nadó un poquito entonces y ensartó el chunche en la cadena del bote. (“Los chingos”, p. 18).

29. cochón (Del náh. Cotzoani: el que se corre.)
m. y f. desp. Persona cobarde. ¡Viejo desgraciado! —le gritó Chochoyo. Viejo cochón, salí. (“El Viejo”, p. 10).

30. cocinero. m. Cocina rústica de leña, donde se cuecen o fríen las comidas. La vieja se levantó a arrear un chancho que se estaba rascando en la pared del cocinero. (“El bote”, p. 16).

31. cucurucho. (Del it. Dialect. Cucuruccio.)
m. Cúspide de un edificio, árbol o cerro. Salimos en la madrugada de la casa de la Victorina, encaramada en un cucurucho de tierra. (“La perra”, p. 23).

32. delicado, da. adj. Dicho de una persona: Que es irritable. —¡Poné ese huevo, muchacho idiota! —Jesús qué delicada —le dijo Manuel medio asareado. (“Los húngaros”, p.46).

33. dijunto, ta. adj. rur. Dicho de una persona que ya falleció. —Ese era el bote del dijunto Pedro. (“El bote”, p.16).

34. disparado, da. adj. Dicho de una persona: Que parte precipitadamente o va muy veloz. U.t.c.adv. Precipitadamente, rápidamente. Los cogió la otra chiflonada muy bien y salieron disparados hasta los dientones. (“Los húngaros”, p.48).

35. dundo, da. (Del náh. Sutiava: dundu.)
adj. desp. Dicho de una persona: Que es falto o escaso de entendimiento o razón. La muchacha era toda dundita, se parecía a una palomita de barro. (“El bote”, p.15).

36. embullado, da. adj. Que se encuentra entusiasmado por un acontecimiento festivo. …al amanecer del día siguiente que el pueblo de El Castillo estaba otra vez embullado. (“Los húngaros”, p.59).

37. enchonado. adj. Dicho de la persona: Que sin hacer nada pasa metido en un lugar. Toda la tarde la pasó el viejo enchonado en la casa porque no quería salir y encontrarse con Chocoyo y lo fuera a comprometer. (“El Viejo”, p. 10).

38. escusado. m. Construcción destinada para orinar y evacuar el vientre. “Está comiendo”. “Anda en el escusado”. (“Puerto triste”, p.114).

39. fregar. tr. Importunar, molestar [a alguien]. ¡Tan de mañanita comienzan a fregar! (“El hombre del sombrerote”, p. 92).

40. gamalote. (Del náh. Cama, elotl: de camactic: tierno y Elotl: mazorca de maíz.)
m. Planta gramínea de unos dos metros de longitud que se encuentra cerca de los ríos o tierras húmedas. Ligera la muchacha como una garza que sentada en los gamalotes se espanta cuando pasa un bote a la orilla. (“El Viejo”, p. 11).

41. garuba. f. Llovizna fina y efímera. u.t. garúa. Cuando el viejo salió estaba cayendo una garubita y se subió el cuello de la camisa para no mojarse la nuca. (“El Viejo”, p.10).

42. genízaro. m. Árbol de madera preciosa, de ramas frondosas y tronco muy grueso. La tarde era la misma: unos grandes genízaros y los altos cedros al otro lado. (“Sólo eso”, p. 97).

43. guacal. (Del náh. cuaitl: cabeza; calli: vasija.)
m. Recipiente convexo en su exterior y cóncavo en su interior, hecho de la mitad de un jícaro, sirve para beber. Había adentro un cocinero, un jicarero, con unos tarros y un guacal en un banco tapado con un trapo sobre el que estaban pegados un montón de chayules. (“El bote”, p. 15).

44. guanaco. m. desp. Persona tonta o idiota. Tenía un lunar de pelota en la cara y un muchacho medio guanaco. (“Don Chilo”, p.64).

45. guásimo. m. Árbol abundante en el Pacífico. Su madera se usa como leña y para construcciones no duraderas, su cáscara es muy flexible y se utiliza como cuerda para atar pequeños manojos de leña. —¡De por ai!... —le respondió el hombre— ¿De los guásimos? (“El hombre del sombrerote”, p. 92).

46. güis. m. Pájaro de color café claro, con las plumas del pecho y del vientre amarillas; su vista es aguda y fuerte, es capaz de inmovilizar y matar a una serpiente pequeña. El puerto dormía todavía y unos güises amarillos revoloteaban y chillaban sobre el muelle. (“Puerto triste”, p.103).

47. hamaca. f. Especie de red, tejida de manila o material similar para descansar. Alfonso estaba acostado en una hamaca con una toalla enrollada en el cuello y tosía mucho. (“El hombre del sombrerote”, p. 95).

48. hulero, ra. m. y f. Persona que extrae el caucho. U. t. c. adj. Memi estaba gritando también a unos huleros que venían cerca por allí en sus botes. (“Los chingos”, p. 21).


49. jabonallo. m. colq. Residuos del agua de jabón que queda después de lavar la ropa. …y el viejo se agachó sobre la pana de agua para quitarse el jabonallo; después se inclinó a un lado a coger la toalla. (“El hombre del sombrerote”, p. 91).

50. jalar. tr. Atraer hacia sí una cosa. Nadó un poquito entonces y ensartó el chunche en la cadena del bote, entonces se vino para afuera y de allí jalaron el bote entre todos. (“Los chingos” p. 18).

51. jaño, ña. m. y f. Persona con la que se tiene amoríos. Una victrola de valija chillaba, y entraban las mujeres, cada una con su jaño. (“El lagarto”, p.32).

52. jochar. tr. coloq. Azuzar al perro contra alguien. El viejo jochó a los perros mientras le asestaba un varazo en la nariz. (“El aruño”, p.37).

53. lagunero. m. Pez de agua dulce. Cogimos como cuarenta animales. Es divertidísimo: los laguneros salen casi a flor de agua. (“La perra”, p.25).

54. lavandero. m. Instalación normalmente de cemento destinado para lavado de la ropa. Tenía un atado de ropa sobre el lavandero. (“El Viejo”, p.11).

55. malacrianza. f. Cualidad de malcriadez, grosería e indecencia. —¡Y vos también! —le gritó la Chavela con malacrianza jalándola del brazo que por nada la bota. (“Los Promesantes”, p. 76).

56. mandado. m. Cualquier diligencia que realiza alguien por su propia cuenta o enviado por otra persona. El muchacho salió en una carrera a hacer el mandado, y al rato fue entrando el tal Alonso…. (“Los húngaros”, p.54).

57. mandador. m. Administrador de una hacienda. —¡Rafai!... ¡Ey, Rafai! —llamó de adentro el viejo mandador. (“El Sultán”, p. 82).

58. mañoso, sa. adj. Dicho de una persona: Que tiene malos hábitos, ladrón. Son cochinos, mañosos y hasta se roban las criaturas. (“Los húngaros”, p.44).

59. marimbero. m. Persona que se gana la vida tocando la marimba. Un chavalo se le acercó al viejo para avisarle que ya habían llegado los marimberos donde los Cantillano. (“Los Promesantes”, p.74).

60. mayate. (Del náh. mayatl.)
adj. Dicho de alguien o de un fruto que tiene un color amarillento verdoso, que revela enfermedad. Pero él se me enfermó del bazo, se me fue poniendo mayate, (“El bote”, p. 16).

61. metido, da. adj. [Dicho de alguien] que es entrometido. U. t. c. s. —¡Qué mujer más metida! (“Puerto triste”, p.111).

62. nomasito. adv. Apócope de ahí nomás. Allí nomasito entre las piedras de un lavandero estaba la Margarita. (“El Viejo”, p.11).

63. pajito. adj. Dicho del río que por la velocidad parece estar estático. …pero nos volvimos a orillar porque la corriente estaba bien fuerte y el río hasta que se veía pajito. (“Los chingos”, p. 21).

64. pampas. adv. Plenamente abierto. La puerta de la oficina de la Comandancia de Armas y Administración de Aduanas amaneció abierta en pampas. (“Los húngaros”, p.59).

65. pana. f. Utensilio metálico o plástico, generalmente usado en la cocina de aspecto cóncavo y de diversos tamaños. Cogió la pana y se vino a botar el agua afuera. (“El hombre del sombrerote”, p. 93).

66. pepenar. tr. Recoger algo del suelo. …cogiendo de un lado para otro, apartando un taburete, arreando una gallina, pepenando un palo, me fue diciendo. (“El bote”, p. 16).

67. pescozada. f. Trompada o bofetada. Metele aunque sea una pescozada y vas a ver. (“El Viejo”. p. 10).

68. picado, da. adj. Dicho de una persona: Que está ebrio, borracho. En la cantina de Los Goyos estaba el guardia todavía caído de la gran picada de la noche anterior. (“El hombre del sombrerote”, p. 95).

69. promesante. m/f. Persona que cumple una promesa piadosa, generalmente en efemérides religiosas. Estuvieron un ratito parados antes de llegar a la casa para dejar pasar a otros promesantes que iban de viaje a la ermita. (“Los promesantes”, p.70).

70. pulpería. f. Tienda de comestibles y otros artículos de primera necesidad que se venden al detalle. …viendo a don José que iba atravesando la calle, después la acera y entraba a la pulpería que quedaba a un lado. (“El vuelto”, p.85).


71. reales. m. pl. Dinero en efectivo. Lo dejaron cerca de la orilla y después salieron alegres a traer sus reales. (“Los húngaros”, p.48).

72. sesereque. adj. Dicho de una persona: Que está tomado de licor. Chico andaba sesereque de guaro. (“El lagarto”, p.33).

73. sonzapote. (Del náh. Sontli, cabellera y saplitli, zapote.)
m. Árbol de gran altura, de hojas gruesas y lustrosas, que produce una fruta amarillenta y dulce. Los muchachos tenían que llegar hasta unos sonzapotes que quedan a la derecha. (“Los húngaros”, p.47).

74. soroncontil. m. Planta de tamaño mediano; sus hojas son ovaladas con nervaduras paralelas. Su flor es amarilla. Entre unos palos de soroncontil se metió el viejo a desnudarse. (“El Viejo”, p.11).

75. tantear. tr. Probar o saborear algo. —¡Tanteá! ¡Tanteá! —le aconsejó la Monjarrez. (“Puerto triste”, p.112).

76. tapado. m. Rebozo que usan las mujeres de edad, especialmente para ir a la iglesia. —¡Cómo no! ¡Cómo no! —dijo la vieja resuelta y salió arreglándose el tapado. (“El Viejo”, p.12).

77. tarro. m. Envase metálico. Generalmente es cilíndrico. Había adentro un cocinero, un jicarero con unos tarros y un guacal. (“El bote”, p. 15).

78. tico, ca. m. y f. Apodo cariñoso que los centroamericanos dan a los costarricenses. El maitro se fue para la casa y Payín se quedó platicando con la tica. (“Puerto triste”, p.113).


79. tijera. f. Cama de madera, con forro de lona o similar. Brincó de la tijera y buscó algo, un palo que fue lo primero que halló… (“Sólo eso”, p.99).

80. topar. tr. Salir al encuentro de alguien: aeropuerto, lugar, ciudad o comarca, para recibirlo y atenderlo. En cuanto nomás entraron los salió a topar el viejo Cantillano que se abrazó con don Chico. (“Los Promesantes”, p. 74).

81. trago. m. Medida de licor. …munós adentro a echarnos un trago que ustedes están arrimando. (“Los promesantes”, p.72).

82. tuco. m. colq. Trozo de algo: madera, pan, queso, dulce, etc. Allí donde estaba el muchacho se agachó, pepenó un tuco de teja y haciéndose para atrás, les tiró la piedra. (“El Sultán”, p. 82).

83. verriondo, da. adj. desp. colq. Dicho del hombre mayor: Que es lujurioso. U. t. c. s. —Velo —dijo la Herminia— no puede ni arrearse las moscas y anda de virriondo. (“El Viejo” p. 9).

84. volar. tr. Lanzar [a alguien o algo]. —Dunda que sos vos —le dijo la Herminia a la otra— aunque hubiera sido una piedra le hubieras volado.
(“El Viejo”, p.9).U.t.c.prnl.
85.

85. zacatal. m. Cantidad de zacate. Una garza se levantó del zacatal y salió volando. (“Los húngaros”, p.43).

86. zancudero. m. Gran cantidad de zancudos. Éramos como veinte que habíamos perdido el rumbo… en la pura montaña, el zancudero, el miedo ¡con hambre! (“Puerto triste”, p.104).

C. Análisis lexicográfico

El análisis lexicográfico parte de la macro y microestructura que se utiliza en su ejecución. La macroestructura es el conjunto de las entradas seleccionadas, su ordenación y tratamiento, y la microestructura es el conjunto de informaciones ordenadas que en el artículo lexicográfico siguen a la entrada.

Macroestructura: todas las palabras del corpus representativo son ‘nicaraguanismos’, palabras propias del habla nicaragüense, tales como chunche, zancudero, pana; palabras del español general que tienen especial significación en nuestro medio, como tijera, cantina, etc.; y locuciones tales como en pampas.

Microestructura: dentro de la microestructura están las etimologías, marcas gramaticales (tr. intr., prnl, adv, adj.), marcas sociolingüísticas (desp., coloq., rur.) y marcas diacrónicas.

Análisis del artículo lexicográfico:

sonzapote. (Del náh. Sontli, cabellera y saplitli, zapote.)
m. Árbol de gran altura, de hojas gruesas y lustrosas, que produce una fruta amarillenta y dulce. Los muchachos tenían que llegar hasta unos sonzapotes que quedan a la derecha. (“Los húngaros”, p.47).

abra. (Del Fr. havre, puerto de mar.)
f. rur. Sendero o trocha en un lugar montañoso. …cruzándose la montaña por una vieja abra que dejaron unos huleros. (“El aruño”, p.37).

1) Entrada: sonzapote, abra.
2) Descripción lingüística: etimología (Del náh. Sontli, cabellera y saplitli, zapote.) y (Del Fr. havre, puerto de mar.).
3) Categoría gramatical: género (m., f.) y número (cuando es plural).
4) Vigencia cronológica: (todas las palabras que no llevan marca especial como hist. o desus. están vigentes).
5) Nivel de uso: (colq., que es opuesto al nivel culto).
6) Alcance geográfico: rur.
7) Definición: lingüística. (Ver en Anexos estructura formal de la definición)
8) Información complementaria:
Ampliaciones del significado (ejemplificación, ubicación bibliográfica):
…cruzándose la montaña por una vieja abra que dejaron unos huleros. (“El aruño”, p.37).
Ver principales partes de un artículo lexicográfico en Anexos.


III. Conclusiones

• Se tomó, para el presente trabajo, como universo la obra literaria del escritor nicaragüense Fernando Silva, De Tierra y Agua, tomando como muestra ochenta y seis nicaraguanismos presentes, a los que se les realizó un análisis lexicográfico, basado en la planta del Diccionario de la lengua española, DRAE, teniendo en cuenta la macro y microestructura de los lemas seleccionados.

• El corpus recopilado, de ochenta y seis entradas (que entra en lo que llamamos diccionario de regionalismos), fue analizado y definido, y comprobé que no puede tener comparación con otro tipo de diccionario o trabajo fraseológico, a menos que éste sea también de fraseologismos; teniendo en cuenta las características de los diferentes tipos de diccionarios (normativos, descriptivos, sintagmáticos, terminológicos, enciclopédicos, de regionalismos, de la lengua, bilingües, monolingües, fraseológicos, de sinónimos, etc.).

• El uso de los diferentes conceptos (lexicografía, lexicología, macro y microestructura) y términos relacionados con esta ciencia, servirán como base para futuros trabajos de lexicografía práctica, dada la escasa bibliografía que existe al respecto.

• Se conoció el trabajo de los precursores de la lexicografía nicaragüense y se desarrolló un esbozo de lo más representativo de cada uno de ellos.

• Luego del análisis comprobé que los lemas seleccionados pertenecen, en su mayoría, al habla coloquial y rural, y que estos términos tienen vigencia en nuestro vocabulario actual.

IV. Bibliografía

Arellano, Jorge Eduardo. “Primeros estudiosos del habla ‘nica’”, artículo publicado en Pluma en Blanco, revista electrónica http://www.ideay.net.ni/index.php?s=15&autor=5

Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Madrid: Espasa. 22.ª ed. 2001.pp.1614.

Diccionario de Uso del Español de Nicaragua. Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua. 1.ª ed. 2001. pp.206.

Mántica, Carlos. El habla nicaragüense. Managua: Editorial Hispamer. 4.ª ed. 1994. pp. 398.

Martínez de Sousa, José. Diccionario de Lexicografía práctica. Barcelona, España. 1ra ed. 1995. pp.380.

Peña-Hernández, Enrique. Columna lexicográfica. Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua. 2002. pp.203.

Peña-Hernández, Enrique. Refranero zoológico popular. Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua. 2.ª ed. 2006.

Rabella, Joaquín. Pallais, Chantal. Vocabulario Popular Nicaragüense. Versión electrónica.

Silva Espinosa, Fernando. De Tierra y Agua. Managua: Distribuidora Cultural Nicaragüense, S.A. 3.ª ed. 1969. pp.161.

Silva Espinosa, Fernando. La lengua de Nicaragua. Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua. 1.ª ed. 1999. pp.184.

Valle, Alfonso. Diccionario del habla nicaragüense. Managua: Editorial Unión. 2.ª ed. 1972. pp. 324.


V. Anexo

Abreviaturas usadas en el corpus representativo

adjetivo adj.
adverbio adv.
coloquial coloq.
común m/f.
despectivo desp.
femenino f.
Francés Fr.
intransitivo intr.
masculino y femenino m.yf.
masculino m.
Náhuatl náh.
página p.
plural pl.
pronominal prnl.
rural rur.
transitivo tr.

Tuesday, January 23, 2007

Redención Clandestina: de lo policiaco a lo psicológico


Doris Arlen Espinoza
En la actualidad, se considera la novela como el género mayor de la narrativa, en Nicaragua ésta se ha venido transformado, sobre todo a partir del siglo XX, en la forma de expresión literaria más importante y más compleja de los tiempos modernos. Esto debido a que se ha ampliado continuamente el dominio de su temática, interesándose por la psicología, los conflictos sociales y políticos y ensayando nuevas técnicas narrativas y estilísticas. De manera que la novela se ha convertido en el estudio del alma humana y de las relaciones sociales, en reflexión filosófica, en reportaje, o en testimonio polémico.

Debido a esto, la temática es el elemento fundamental de la estructura de la novela. Los novelistas nicaragüenses nos muestran un variado abanico de argumentos, algunos, en su mayoría son de tipo histórico, regionalista y rural, sin embargo la novela que ahora comento encierra otro tema: el psicológico y policiaco.

Se considera la novela policiaca como un subgénero narrativo, que fue inaugurado por Edgar Allan Poe, sus cultivadores más notables son A. Conan Doyle, famoso por darle vida al detective Sherlock Holmes; Agata Christie, entre otros, y su esencia es un crimen inexplicable a primera vista, la investigación y solución del mismo, en este tipo de relato es característica la técnica de narración a la inversa, debido a que inicia por el final de la historia y va guiándose hacia el origen de la misma. Pero en Redención Clandestina el autor narra al incicio el conflicto, que en el transcurso de la trama pasa a un segundo plano y es reconsiderado al final de ésta.

En Redención Clandestina de Mario Barquero se narra la historia de un crimen, cuyo autor se desconoce y en el que, a través de un procedimiento racional, basado en la observación e indagación llevada a cabo por el detective —Maxilimiano— se logra descubrir al culpable.

Los grandes temas de la novela de Barquero son: la pasión, la locura y la venganza. Estos son los hilos que se entretejen y enmarañan hasta desembocar en una situación patológica.

El argumento nos muestra a una joven adolescente ultrajada sexualmente por un desconocido el día que cumple sus quince años, el mismo quien horas después se convertiría en su esposo. Al poco tiempo, éste aparece muerto y su muerte está envuelta en un velo de misterio, de la misma manera se suceden una serie de asesinatos con las mismas características. Producto del vejamen y el prematuro estado de viudez, la joven, Dulce Bárbara Vesania, cae en un estado esquizofrénico en el que todos las demás relatos son producto de su estado enfermizo.

Barquero desarrolla una profunda transformación en las técnicas narrativas relacionadas con el tratamiento de la secuencia temporal, la ruptura del orden interno, los análisis de los distintos estados y estratos de la conciencia y del inconsciente, el entrecruzamiento de diversos niveles de lenguaje, y en este caso el uso del Inglés alternando con el Español, el uso de técnicas procedentes del cine: yuxtaposiciones, acumulación, narración en paralelo, flash-back, etc.

¿Cómo pasa de lo policiaco a lo psicológico?
No necesariamente se presenta un cambio entre uno y otro tema, al contrario, ambos se perciben alternando en la trama de la novela, Mario Barquero describe, sobre todo, los conflictos espirituales que sufre su personaje —Dulce Bárbara—, sus cambios de personalidad, es decir, sus conflictos psicológicos. A la vez que se desencadena el problema investigativo de la secuencia de asesinatos con características y en situaciones todas similares, que al ser resueltos develan el problema psicológico de Dulce. Todas sus reacciones espirituales y emocionales son analizadas minuciosamente, siguiendo el hilo de sus pensamientos (monólogos), y transcribiendo textos íntimos, en este caso una carta, que se supone fue escrita por uno de los personajes. Es notorio el estudio profundo de la psiquis humana por el autor, quien no en vano es Psicólogo de profesión y quien maneja sutilmente la acción de la novela sin dar a conocer, sino hasta el final, qué es real y qué imaginario. Logra envolver al lector en los estados de violencia, sentimientos, erotismo, muerte y magia, sin revelar que son producto de la distorción de la realidad en la mente de la protagonista, quien es dulce, bárbara, inocente y víctima, a la vez.

Las primeras grandes novelas psicológicas se deben al escritor ruso Dostoievsky y al francés Stendhal. Este tipo de novela nos brinda abundantes ejemplos de realismo subjetivo. Podemos confirmar en Mario Barquero a un escritor psicológico que se desdobla, que tiene frialdad para observar el panorama interior de sus criaturas y sabe jugar con sus acciones y actitudes.

La capacidad de balancear lo policiaco y lo psicológico en esta novela es lo que me hace pensar que el autor realiza un valorable aporte a nuestra narrativa, ya que va más allá de lo cotidiano.


Saturday, December 09, 2006


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Saturday, October 28, 2006

Ruinas / Mi incurable tristeza

Ruinas / Mi incurable tristeza

Doris Arlen Espinoza García

El dolor y la tragedia humana en todo su esplendor, apropiándose de la vulnerabilidad de un artista, de un hombre que quiso honrar a su patria con el don y la escuela musical que llevaba en su alma y en su sangre, es la historia que nos regala el licenciado Armando Zambrana Fonseca, la novela histórica y biográfica de José de la Cruz Mena, “la obra de un muchacho mulato, espigado que en los momentos más sublimes de sus sueños para llegar a las escuelas de música de México o Milán, se enteró de una terrible enfermedad”.

Una historia llena de verdades, algo que poco se refleja en la mayoría de novelas cuya característica principal es lo inverosímil, al contrario de todo esto, Armando Zambrana nos trae la historia de un hombre real, un relato que nos llega al alma porque nos permite conocer a José de la Cruz Mena desde todos los puntos de su existencia, su familia, su trayectoria musical nacional e internacional, sus sueños e ilusiones, sus triunfos, sus amores truncados, su aislamiento, la tragedia de una enfermedad incurable, la soledad.

Zambrana Fonseca mejora, en gran manera, la idea que la mayoría tenemos de este insigne de la música clásica nacional, ya que nos revela a un Mena, con escuela y genialidad, no un músico innato o “natural”, como se ha dicho. Ha sido portentosa la investigación que el autor hizo sobre la vida de José de la Cruz Mena, ya que inserta al lector en un contexto histórico nacional y centroamericano del que no teníamos noticia, nos habla de sus padres y hermanos; lleva al lector a ciudades como San Salvador, Managua y Tegucigalpa, dándonos a conocer la Centroamérica de finales del siglo XIX, “bajo la sombra del sueño de la Unión Centroamericana”.

Ruinas / Mi incurable tristeza es la primera novela de Zambrana Fonseca, quien identifica su catolicismo con el del protagonista. Francisco Arellano Oviedo dice de esta obra: “El autor utiliza a este personaje real de nuestra historia y lo lleva a contextos nacionales y de la región: Nicaragua, Honduras y El Salvador y lo pone a interactuar en ambientes y en grupos de personajes no necesariamente históricos, pero sí propios de la época y la región; teje una novela que borra los límites de la historia y la literatura. Dolor, gozo, valentía, honor, disciplina y belleza aparecen encarnados en los personajes”.

José de la Cruz Mena Ruiz (1874-1907) es traído a nuestro tiempo, noventa y nueve años después, para contarnos con humildad y estoicismo sus penas y alegrías, para hacernos reír y llorar con él; reír porque compartimos el gozo de lograr el premio de los Juegos Florales del Teatro Municipal de León de Nicaragua; llorar porque nos ha tocado escuchar el maravilloso vals “Ruinas”, desde las gradas del Teatro, en la acera, acompañando a Mena, quien permanece atento, escuchando, encorvado, ocultando su cara y en total silencio, como si fuera un pecado estar enfermo.

El lenguaje poético y elegante que el licenciado Zambrana Fonseca ha impreso en esta novela; las vastas representaciones de los ambientes; el lujo de detalles; las originales técnicas del cine: flashforward y flashback; la recreación de la Metrópolis del siglo XIX; los retratos de personajes históricos; el amplio conocimiento musical que el autor posee: notas musicales e instrumentos; la descripción de grandes músicos extranjeros y nacionales; amén del conocimiento que posee sobre el bacillum leprae; permiten balancear la enorme carga dramática del contenido de esta obra y hacen de esta novela un relato agradable y conmovedor.

Ruinas / Mi incurable tristeza es digna de ser leída y estudiada por maestros y alumnos, por su carácter histórico y biográfico, por su valor literario y lingüístico y por tratarse de un genio de la cultura nicaragüense.

Wednesday, October 04, 2006

Los juegos de palabras en El Güegüence Visión lingüística

Los juegos de palabras en El Güegüence
Visión lingüística

El presente estudio sobre los juegos de palabras en la comedia bailete El Güegüence podría haberse realizado sobre cualquier comedia. Se me podría preguntar entonces qué me indujo a escoger específicamente El Güegüence, de autor anónimo y no otra comedia para tratar el tema propuesto. Y quizá la única respuesta válida sería aquella que se ha llegado a decir de esta pieza que es, por su tema, ciertamente la más cómica sino la única de todas las obras de mestizaje o de la colonia que se conocen.

Por tanto, nada mejor para exponer el humor del nicaragüense que analizarlo en esta obra, que es de por sí una comedia, con elementos mestizos. El nicaragüense lleva al Güegüence en la sangre: "es la primera auto-burla de un pueblo burlesco".[1]

Comenzando con un enfoque filosófico, las teorías que han tratado de caracterizar el humor pueden dividirse en tres grupos: las de superioridad, las de descarga y las de la incongruencia,[2] cuyos principales abanderados serían, respectivamente, el filósofo Hobbes, Freud y Schopenhauer. Fundamentalmente, las teorías de la superioridad arguyen que el humor se produce al manifestarse, en una broma, la condición superior o inferior de un individuo o grupo de individuos, reales o imaginarios, respecto a los otros seres humanos. Las teorías de la descarga ven el humor como un repentino alivio de la tensión interior, del exceso de energía acumulado por la represión. Por último, las teorías de la incongruencia analizan el humor como resultante de la constatación de lo ilógico, de lo absurdo o simplemente de lo contrario a lo esperado. Aquéllas que más producción teórica sobre el humor han originado son las primeras y las últimas, mientras que la teoría de la descarga apenas sí ha traspasado las fronteras del psicoanálisis.

Por otro parte, inclusive creyendo en esta teoría, se muestra muy poco práctica para el análisis lingüístico o incluso contextual, porque determinar quién gana y quién pierde en una situación humorística no supone analizar totalmente los mecanismos cómicos que han hecho disparar el humor y, en su caso, la risa. Desde una perspectiva estrictamente lingüística, por otra parte, se puede decir que las teorías que han tratado el humor se pueden agrupar en dos grandes bloques, correspondientes a las que obedecen a un modelo del código y las que siguen el modelo inferencial.[3] Las primeras contemplan la comunicación como una codificación y descodificación de mensajes y la segunda como una aportación de indicios que el oyente tiene que interpretar para, junto con el contexto, inferir las intenciones del hablante. La mayor parte de las teorías, tanto basadas en un modelo como en otro, consideran el discurso humorístico como una desviación del discurso normal.

Decidir sobre qué presupuestos clasificar y analizar los juegos verbales en El Güegüence es la solución adoptada, criticable tal vez por su indefinición, pero trataré de llegar a ello a través de lo siguiente: se realizará una clasificación propia de los juegos verbales, y dentro de cada tipo se seguirá, para su análisis, los presupuestos siguientes: el mejor modelo parece ser el inferencial bajo la óptica de la pragmática lingüística, siguiendo una filosofía basada en la incongruencia o sorpresa, considerando siempre el discurso humorístico como siendo en esencia el mismo que el discurso normal o “serio”.

Es necesario, además tener en cuenta que muchos de los juegos de palabras o dobles sentidos que tenga la obra para algunos lectores serán humorísticos y para otros no, o sea la expresión no adquiere su valor a partir de un significado unívoco, sino en un contexto caótico, enmarañado. Como dice Freud: "Se incurriría en un error si se quisiera leer estos signos según su valor de imagen, en lugar de hacerlo según la relación entre los signos". Es decir, está condenada al equívoco. Podríamos decir que en Freud la expresión no está atada a un significado, sino que como el significante, es equívoca, está definida en su relación con otros significantes.

Incluso, la interpretación de juego de palabras en un idioma, no del todo conocido, como es el Náhuatl, nos lleva a las entrañas de nuestra propia filosofía, una filosofía basada en la imaginación, en la metáfora, que no por ser imaginación usurpa la realidad.

“¡Aun no hemos sabido analizar el humor profundamente filosófico de El Güegüence, ya que hemos querido quedarnos solamente con la burla, y además, pareciera que nos empeñamos en reducirlo a lo provinciano frente al sobrecogedor fenómeno de la globalización y del siglo XXI!”.[4]

Iniciando con mi análisis, debo tener en cuenta el contexto social, moral e incluso estético de la conversación y lo que esto implica, ya que el contexto y la situación de la emisión permiten descodificar el juego, y aunque algunos juegos de palabras no pasarán desapercibidos, sólo seré capaz de explicar los otros, recurriendo a una exégesis interpretativa que intente, en la medida de lo posible, recuperar la inferencia que extraía el oyente para el que está pensada la obra.

1. Juegos de palabras “sin humor”

Los juegos de palabras básicos se basan en la repetición. Lo que tradicionalmente se ha designado como figuras de estilo y se ha clasificado desde la retórica como aliteraciones, poliptotos, figuras etimológicas, paranomasias y homofonías, no son estrictamente más que juegos verbales que no tendrían sentido si no fuera por el marco en que se producen, la comedia. A decir verdad, creo firmemente que la definición de estos juegos debería aproximarlos más a los trabalenguas infantiles que a las figuras estilísticas, pues más que la belleza artística se busca el reto de la agilidad del aparato fonador, y la gracia auditiva.

Parl. 102. Güegüence: Matateco Dio cuascuane cuascuane Tastuanes.
Trad. (Haciendo chacota y acompañado de gestos) ¡Dios te muerda, cornudo Tastuanes!

El vocablo cuascuane ‘cuacuanitl’ Cornudo.[5] Cuascuane: expresión de múltiples significados. Uno de ellos: De, quaqua –morder, dar dentelladas a otro, y Cuacuanitl cornudo, engañado por su mujer (¡Dios te muerda cabrón Tastuanes!), según interpretación de Mántica. En otras traducciones encontramos: Dios parta al Señor Gobernador Tastuanes. El juego de palabras en este parlamento, además del doble sentido de la expresión, es expresado por la aliteración y homofonía: cuascuane cuascuane Tastuanes. Mismo que no posee el humor esperado, pero sí la gracia auditiva de la que hablaba anteriormente.

1.1. Juego de palabras en la retórica de la obra

Sin duda, algunas insistencias en guturales no merecen el calificativo de aliteraciones si por tal entendemos un efecto agradable al oído, ni de onomatopeyas porque no reproducen o evocan realidad extralingüística alguna; se trataría de puras cacofonías si se tratase de un discurso “serio”.

"Reales de plata, Güegüence.
—¿Redes de platos?
—No, Güegüence, pesos duros.
—¡Ah, quesos duros...".


Sólo el contexto cómico justifica plenamente la utilización de estos juegos en la frontera de lo pronunciable y de lo entendible. No merece la pena que nos detengamos en dar más ejemplos de las llamadas aliteraciones, constantes en cualquier comedia y mucho más en El Güegüence.

Del mismo modo encontramos un elevado número de:
· poliptotos:[6]

Parl. 5. En primer lugar tecetales seno mesa de oro, seno carpeta de bordado, seno tintero de oro, seno pluma de oro, seno salvadera de oro, y no mas hemo papel blanco y patechua sentar mo Cabildo Real.

Parl. 11. Señor Gobernador Tastuanes, ya nemo niqui nistipampa, ya nemo niqui samo la ronda, son rastros y pedazos de cinchones rompidos de corage, sombrero de Castor rompido de corage, no mas hemo mantera de revoso, no mas hemos capotín colorado á sones panegua sesule Güegüence, Señor Gobernador Tastuanes.

· de figuras etimológicas:

Parl. 306. Güegüence: Señor Gobernador Tastuanes, asenegame Castilla en chocola de vino.
La traducción de este parlamento es: Güegüence: Señor Tastuanes, permítame tal vez ofrecer un brindis por Castilla con un trago de vino choco.

Observemos que ‘choco’ —del Náhuatl Xoco-Atl, chicha y también cosa agria, de xocotl, agrio— hoy es usado en el Español de Nicaragua con ese y otros significados, la etimología de la palabra que en nuestros días permanece oculta en el lenguaje del pueblo, es la que, a veces, el nicaragüense continúa usando sin conocer su raíz o significado verdadero. Según el Diccionario del Español de Nicaragua, choco tiene las acepciones siguientes:

¡choco!a interj. Voz interjectiva que indica asombro, alegría. —Mi amigo, mi amigo que tal —me dijo él y me dio la mano. ¡Choco!, qué tuco de mano y se le veía el brazote. F. Silva., Foto de Familia. p.70.
choco, ca. (Del náh. Xococ: agrio, fermentado.)
adj. colq. [Dicho de algo] que está agrio. 2. [Dicho de alguien] que le falta un ojo. 3. [Dicho de alguien] que transpira mal olor.

· de paranomasias:
El uso de gran cantidad de paranomasias dentro de El Güegüence, acusa a un autor con perfecto dominio de la lengua castellana, amén del estilo poético, veamos los ejemplos siguientes:

Parl. 48-52.
Alguacil: Ya estamos en el paraje.
Güegüence (enérgico): ¡Ya estamos con coraje!
Alguacil: En el paraje.
Güegüence: En el obraje.
Alguacil: En el paraje.

Parls. 61-62
"Reales de plata, Güegüence. —¿Redes de platos?

Parls. 67-68.
—No, Güegüence, pesos duros. —¡Ah, quesos duros...".

Otros ejemplos de paranomasias son: prisa-preso, calarse-cagarse, cogidos-cojudos, aparear-aparejar, fardo-jarro, pesos duros-quesos duros, cabriola-cabriolé, etc.

· de homofonías:
Parls. 136-137.
Cajonería y rajonería:
Don Forsico: Válgame Dios, Señor Gobernador Tastuanes, es corto el día y la noche para contar las riquezas de mi padre; en primer lugar, cajonería de oro, rajonería de plata, ropa de Castilla, ropa de contrabando, estriberas de lazo de oro y de plata, ya pachigüe muyule.

Parl. 121.
Cargar y cagar:
Güegüence: ¡Válgame Dios! Señor Gobernador Tastuanes. Cuando yo anduve por esas tierras adentro, por la carrera de México, por Veracruz, por Verapaz, por Antepeque, arriando mi recua, guiando a mis muchachos, ¡epa!, que don Forsico llega donde un mesonero y le pide nos traiga una docena de huevos y vamos comiendo y descargando y vuelta a cargar (cagar) y me voy de paso; y no es menester licencia para ello, Señor Gobernador Tastuanes.

Interpretemos el juego de palabras en este parlamento: al pronunciar con acento jocoso esta palabra, ca(r)gar, el Güegüence asegura al Alguacil que para ello no es menester licencia, pues él y don Forsico ordenaron una vez una docena de huevos y vamos comiendo y descargando y vuelvo a ca(r)gar y me voy de paso y no es menester licencia para ‘ello’, el Güegüence le asegura que tampoco para hacer “aquello” es necesario permiso, puesto que una “niña” que estaba sentada en una ventana, una vez le dio licencia (precisamente porque era una niña licenciosa).[7]

Sobornal y sobornar
Parl. 68.
Güegüence: ¡Ahahh!, quesos duros de aquellos grandotes. ¡Ah!, muchachos, ¿tienen ahí los quesos duros que trajimos para sobornar? (¡Perdón, para sobornal!).
sobornal. (De soborno2).1. m. Peso que se añade a uno de los tercios de la carga de una caballería, con el fin de equilibrarlos.[8]
sobornal: sobrecarga.
sobornar. (Del lat. subornāre).1. tr. Corromper a alguien con dádivas para conseguir de él algo.[9]

En realidad, todos estos recursos se basan en la búsqueda del mismo efecto, el juego de palabras o, tal vez sería mejor decir en este caso, con palabras, sin buscar ningún tipo de comicidad accesoria (es decir, sin buscar la sorpresa que viene de una incongruencia). En realidad, la he calificado como juegos de palabras “sin humor” porque muchos investigadores dan por supuesto que la ausencia del equívoco verbal (aquello que los anglófonos llaman pun[10]) conlleva automáticamente la falta del componente humorístico. Sin embargo, no es así. Una frase como “un libro libre de erratas” puede no resultar gracioso de manera aislada, pero una constante avalancha de términos semejantes crea indudablemente un clima de humor. La base de ese humor está, creo yo, en el efecto sorpresa sobre lo esperable, aunque no sea incongruente o ilógico, pues en una comunicación “normal” se evitarían tales coincidencias fonéticas o semánticas.

Dejando aparte los casos en que estas repeticiones se combinan con equívocos verbales, no cabe duda de que por sí solas ya se vuelven humorísticas, resultado, como dije, de la sorpresa causada por lo inesperado. Claro que es cierto que, en un análisis semiótico del chiste basado en criterios estructuralistas se distinguen tres tipos de humor verbal caracterizados por la inversión, repetición e interferencia de series (renombradas como humor paradigmático, sintagmático y paragramático). Así, se podría decir que el humor de los ejemplos que acabo de exponer ha de ser calificado como sintagmático, pues se consigue por medio de la simple repetición de elementos.

2. Dobles sentidos

“El doble sentido es una comunicación ambigua hecha con el propósito de confundir al interlocutor o para burlarse del mismo. En la obra, este recurso es muy frecuente”, afirma don Francisco Arellano en su ensayo “Manifestaciones del mestizaje en El Güegüence”. Según don Carlos Mántica, El Güegüence es la única obra que conocemos en la literatura americana que juega con dos idiomas, con perfecto dominio de ambos, para lograr dobles sentidos: del Náhuatl al Náhuatl; del Castellano al Castellano; del Castellano al Náhuatl y del Náhuatl al Castellano.

2.1. Dobles sentidos en Náhuatl o Nahuate

Así, según don Carlos Mántica,[11] existe doble sentido incluso en los nombres propios de los personajes de El Güegüence, tal es el caso del gobernador Tastuanes: (Tlatoani, el que habla: “Gobernador” o “Príncipe”), relacionado con el vocablo “tlatolani”, o sea ‘tragón’, véase el doble sentido en lengua Náhuatl, dos vocablos casi iguales, pero disímiles en cuanto al significado.

Parlamento 5.
Gobernador: Matateco Dio miscuales quilis no pilce Capitán Alguacil Mayor: No pilces, ü campamento Señores Principales, sones, mudanzas, velancicos necana y paltechua linar mo Cabildo Real. En primer lugar tecetales seno mesa de oro, seno carpeta de bordado, seno tintero de oro, seno pluma de oro, seno salvadera de oro, y no mas hemo papel blanco y patechua sentar mo Cabildo Real.

Doble sentido: Xi Mocahue: ¡Suspenda! La frase —según Carlos Mántica— se usa sucesivamente en sus diferentes sentidos: Suspendan, poner fin a algo; detengan, de llevar preso y suspendan, de colgar (“de la cola o de donde Dios le ayude”: de los testículos).

Veamos en este ejemplo la ironía dentro del juego de palabras: ¡Suspenda! Recordemos que la ironía es una característica de la comedia, en la que el personaje se dirige a otro mediante el juego de palabras, y este juego verbal puede ser consciente o inconsciente, bien sólo uno es consciente o bien los dos (o más) son conscientes. Cuando un personaje pronuncia una broma intencional, el autor proyecta un punto de vista sobre ese personaje que, simultáneamente, también proyecta un punto de vista sobre una hipotética persona que hablase así. Tal es el caso del parlamento 12:

Gobernador: No pilces Capitán Alguacil Mor. asamatimaguas consentidor, afrentador, ticino mo Cabildo Real. (Hijo mío, Capitán Alguacil mayor, tráigame a ese consentidor, afrentador y charlatán ante mi Cabildo Real).[12]

Juego de palabras: Consentidor (cabrón) y consentimiento. En este caso consentidor es igual a cabrón, y según el DRAE: consentidor, ra. 1. adj. Que consiente que se haga algo, debiendo y pudiendo estorbarlo. U. t. c. s.

2.2. Dobles sentidos en Español

Aunque menos que la invención de palabras, el doble sentido también es una forma muy sincrética de humor. El oyente se encuentra en disposición de inferir un significado específico que parece el más pertinente y, en cuestión de fracciones de segundo, se encuentra con otra implicatura que en principio era menos obvia. Tomemos los ejemplos siguientes:


Parls. 105-110.[13]
Alguacil: Usted es un burlón, Güegüence; usted ha de merecer una docena de cueros.
Güegüence: ¿Docena de cueros? ¡Ah!, muchachos, ¿nos faltan chavalitas o creciditas. Aquí el Capitán Alguacil Mayor ofrece una docena de cueros.
Don Forsico: Sí, papito.
Güegüence: Capitán Alguacil Mayor: ¿y qué clase de cueros quiere? ¿Blanquitas o negritas?
Alguacil (arrebatando a don Ambrosio su mecate y le da dos mecatazos): ¡Para que aprendas, Güegüence!
Güegüence: ¡Arre ya! Con que, bueno: después de pagado me has azotado; esos no son cueros, son azotes.

Nótese el doble sentido con el vocablo cuero, cuerazo. En el habla popular nicaragüense ‘cuero’ adquiere una connotación sexual, veamos la definición del Diccionario del Español de Nicaragua:[14]
cuero. (Del lat. coruim)
m. Membrana femenina incólume 2. Mujer guapa y atractiva. var. cuerazo. 3. adj. [Dicho de la mujer] que no ha tenido relaciones sexuales. U. t. c. s.
cuerazo. m. Golpe dado con el látigo o el azote. 2. Mujer con muchos atractivos físicos.

El Güegüence discute con el Alguacil y argumenta que después de haberle pagado le han azotado: los juegos de palabras en El Güegüence serían: “Esos no son cueros son azotes”. Se esperaría al final un castigo referido a sí propio, en caso de no darse las condiciones que él mismo propone.

El siguiente ejemplo es muy inseguro. En un texto humorístico como una comedia, la máxima pertinencia está, como he tenido ocasión de mencionar varias veces, en la creación de muchos efectos contextuales, de manera que la inferencia más obviamente pertinente, aunque se genere con poco esfuerzo interpretativo, suele no ser la verdadera. La débil pertinencia de la interpretación literal del siguiente fragmento me hace sospechar en un juego de palabras que se nos escapa por no disponer de las mismas implicaturas no conversacionales que los espectadores de la comedia:

Parls. 251-256.
—¿Dónde conseguiste el vino?—En la casa de un amigo.—¿Quién te enseñó a hacerte de un amigo?—Usted, tatita.—¡Cállate, muchacho! ¿Qué dirá la gente si sabe que yo te enseñé a hacerte de "un amigo"?

Parl. 123.
—¡Válgame Dios!, Señor Gobernador Tastuanes, viniendo yo por una calle derecha me columbró una niña sentada en una ventana de oro, y me dice: ¡qué galán el Güegüence!, ¡qué bizarro el Güegüence!, aquí tienes bodega, Güegüence, entra Güegüence, siéntate, Güegüence; aquí hay dulce, Güegüence, aquí hay limón. Y como yo soy un hombre tan gracejo, salté a la calle con un cabriolé, que con sus adornos no se distinguía de lo que era, lleno de plata y oro hasta el suelo, y así una niña me dio licencia, Señor Gobernador Tastuanes!

El contexto del discurso y el conocimiento previo que el público tiene sobre la vida del nicaragüense y las condiciones hacen que infiera un significado literal de las palabras o frases: ‘Hacerte de un amigo’, ‘aquí hay dulce, Güegüence’. No insistiré más en los mecanismos que provocan la interpretación retroactiva, abreviaré otros ejemplos que se pueden aducir, pues la manera de analizar el humor será siempre idéntica, apuntando apenas cuál es el doble sentido en que se basan.

Ejemplos en que el contexto parece indicar claramente que existen juegos de palabras, pero que se nos escapan y sólo podemos conjeturar son, por ejemplo, la mención a la vara de insignia el parl.28 (¿referencia a los genitales masculinos?) y parl.123 aquí hay dulce, aquí hay limones (¿tipo acción gestual para referirse a los genitales femeninos?).

En el parlamento 87 el razonamiento del Güegüence se fundamenta en la polisemia. Simplemente se puede destacar como diferencia que en estos casos no se produce la sorpresa por un equívoco basado en la semejanza fonética, sino por la desviación de un cliché lingüístico. De hecho, la implicatura errada en estos casos es mucho más fuerte y la correcta mucho más débil por encontrarnos ante expresiones hechas. La expectativa del oyente se ve frustrada de la manera más brusca porque la pertinencia dirige hacia un fin de frase en el que se produzca el menor esfuerzo, y ése sin duda es el cliché, que exige el mínimo desgaste interpretativo. ¡Trabajamos para otro hambriento! Sin embargo, el final es otro y la evidencia del enunciado impide considerar pertinente el mensaje que se adivinaba, por lo que se impone inferir lo ineludible en virtud de las máximas de cualidad. El choque es muy brusco, y el humor se hace efectivo por la reinterpretación retroactiva del enunciado.

La situación (una “niña” que se aproxima a hablar con un anciano que no conoce) y, una vez más, las normas de cortesía que el público sabe que imperan en las relaciones entre hombres libres, imponen inferir, a través de los mecanismos de pertinencia que he explicado, que el Gobernador realiza una pregunta sobre los motivos que llevaron a la joven a acercarse a él, o mejor dicho, a darle licencia. El choque entre la inferencia lógica y la respuesta del Güegüence, que finge interpretar o interpreta realmente la pregunta como dirigida a sus deseos actuales (“¿qué sería necesario ahora, qué convendría, qué te hace falta?”) …y así una niña me dio licencia para “aquello” provoca esa sorpresa de la incongruencia y esa reinterpretación de la pregunta que lleva al chiste.

Como hemos podido comprobar El Güegüence presenta un riquísimo abanico de humor verbal conseguido mediante los juegos de palabras. No he analizado, ni mucho menos, todos los juegos que se encuentran en la obra. Tampoco me he adentrado en el comentario de otros recursos verbales tan ricos como la ironía, las metáforas audaces, los símiles sorprendentes, los acertijos. Apenas se trataba de dar una muestra del talento creador que se encuentra en El Güegüence. Por otro lado, un segundo objetivo, que espero haber satisfecho, era demostrar que ni las nuevas teorías lingüísticas están concebidas exclusivamente para lenguas vivas ni las lenguas clásicas se deben estudiar siempre con metodología clásica. La retórica antigua puede no ser suficiente para dar cuenta de las posibilidades interpretativas de los textos Náhuatl. La aplicación del estructuralismo, del generativismo, de la semiótica, de la lingüística cognitiva o de la pragmática lingüística, por ejemplo, puede dar buenos resultados en el análisis de textos antiguos. No olvidemos que la lengua que allí está puede estar ahora muerta, como algunos dicen despectivamente, pero estaba bien viva cuando los textos fueron escritos, y por tanto debe ser estudiada como una lengua viva.

[1] Pablo Antonio Cuadra. El nicaragüense. Educa, 8.ª ed. San José, 1978. p.91.
[2] Cf. M. A. Torres Sánchez, Estudio pragmático del humor verbal (Cádiz 1999) 10.
En su introducción, la autora da un breve pero claro repaso a las principales teorías desde
esta triple perspectiva.
[3] Sigo la división establecida por M. A. Torres Sánchez, óp. cit. 24.
[4] Ricardo Pasos Marciacq: “La utopía de la imaginación o la nostalgia por el humor”, en END, Nuevo Amanecer Cultural. Managua, 4 de diciembre de 1999.
[5] Molina citado por Mántica. Arte de la lengua mexicana y castellana (1571). Ediciones Colofón S.A., México 1966.
[6] f. Ret. Figura que consiste en emplear dentro de la cláusula un mismo adjetivo o nombre en distintos casos, géneros o números, o un mismo verbo en distintos modos, tiempos o personas.
[7] Mántica, Carlos. El Cuecence, p. 14.
[8] DRAE.
[9] Ídem.
[10] Equívocos verbales.
[11] Carlos Mántica. El Cuecuence o el gran sinvergüenza. 1ª ed. Ediciones de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Managua, 2001.
[12] El Güegüence. Ediciones Nacionales, V. 2. Edición de JEA, Managua, 1975.
[13] Tomado de Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, n.o 129. pp.107-108.
[14] Diccionario del Español de Nicaragua, próxima publicación.